sábado, julio 11

¿En donde estás?

Tú, que eres bondadoso
Tú, que eres creyente
Tú, que eres caballeroso
Tú, que eres amoroso
Tú, que eres culto
Tú, que eres limpio
Tú, que sabes cocinar y lo disfrutas haciéndolo conmigo
Tú, que sabes disfrutar un buen vino
Tú, que lees y lo disfrutas
Tú, que te gusta la poesía
Tú, que no eres envidioso
Tú, que no eres vanidoso
Tú, que no eres machista
Tú, que compartes lo que tienes
Tú, que sabes protegerme y te gusta
Tú, que sabes conversar
Tú, que sabes trabajar y compartes el fruto de tu trabajo
Tú, que sabes disfrutar el amor y las caricias
Tú, que no eres egoísta
Tú, que eres culto, que te gusta el cine y la buena música



En donde estás? que te espero.

miércoles, marzo 8

A propósito del DIA INTERNACIONAL DE LA MUJER

Simone tiene un entrañable amigo que siempre la ha hecho sentir que ser mujer es lo mejor que le ha pasado en la vida. Y para que nunca se le olvide todos los 8 de marzo le regala un pedazo de su alma. Hoy Simone comparte con ustedes las líneas que expresan esos sentimientos universales.
UN ABRAZO A TODAS LAS MUJERES DEL MUNDO
Y A LOS HOMBRES QUE LAS RESPETAN.

8 de marzo

Nunca he sido capaz de averiguar exactamente
en qué consiste el feminismo;
sólo sé que la gente me llama feminista
siempre que expreso sentimientos
que me diferencian de un felpudo.
Rebecca West


A propósito de otro 8 de marzo, en el que quién sabe... ojalá un día celebremos batallas ganadas, sonrisas arrancadas al libro de la comunión o al mural de lo maduro, de lo sin duelo, de lo sin timo ni traición.
Y también a propósito del trasiego de palabras que es posible en Internet, ofrezco una cosecha de versos pizcada aquí y allá, donde alguien, antes que yo, los había descubierto, apreciado y copiado para que otras y otros como yo los encontremos y nos encontremos en ellos...
Recomiendo leerlos en voz alta, sin falsa entonación, sin declamarlos, más bien conversando...

Rosario Castellanos (1925-1974)
Apelación al solitario

Es necesario, a veces, encontrar compañía.
Amigo, no es posible ni nacer ni morir
sino con otro. Es bueno
que la amistad le quite
al trabajo esa cara de castigo
y a la alegría ese aire ilícito de robo.
¿Cómo podrías estar solo a la hora
completa, en que las cosas y tú
hablan y hablan,
hasta el amanecer?

Ana Akhmatova (Rusia, 1889-1966)
Cuando la luna es de melón

Cuando la luna es de melón, una tajada en la ventana
y cerca es la calina, ciega, la puerta y la casa encantada
por las azules ramas de glicinas y en la fuente de arcilla hay agua fría
y la nieve del paño y arde una bujía de cera
tal como en la niñez, mariposas zumban
la calma, que no oye mi palabra, retumba
entonces de lo negro de rincones rembrandtianos algo se ovilla de pronto
y se esconde allí a mano, pero no me estremezco, ni me asusto siquiera...
la soledad me aprisionó en sus redes
el gato negro me mira el alma, como ojos centenarios
y en el espejo mi doble es tal vez mi contrario.
Voy a dormir dulcemente, buenas noches, noche.


Matilde Alba Swann (Argentina, 1912-2000)
Mañana es siempre

Cómo quisiera despertar cantando.
Pero amanezco, en cambio,
dolorida
de no haberme quedado en ese espacio,
en ese tiempo de morir prestada.
Una isla no inscrita en ningún mapa,
una célula enferma de ignorancia,
un asfixiado mundo en miniatura,
una avanzada humanidad triunfante,
en clarines y hogueras
homicidas.
Tabla sola, sin náufrago siquiera,
y luchando,
relincho hacia la costa,
y animada nomás por el recuerdo
de un aliento mordido a sus astillas.

Cómo quisiera despertar cantando,
y me muero de sed y hambre
de canto
mientras desborda la preñada aurora
en promisorio bermellón de vinos,
y expandida,
hoguera en panes, horneándose a lo alto.

Yo estoy abajo,
debajo de la historia,
sepultada en antorchas apagadas
y estandartes marchitos.
Sumergida en humores subterráneos
y en cenizas de huesos
de bandido,

Soy el ser que no fue, lo que no pudo,
la olvidada, desdeñada semilla,
pero existo.
Dentro
tengo un sauce inclinado que me llora.
Un niño triste me llama, sin nombrarme.
Me doy cuenta,
me doy cuenta, yo existo.
Mañana espero despertar, cantando.

Maya Angelou (EEUU, 1928)
Me embarqué hacia los siete mares

Me embarqué hacia los siete mares y me detuve en cada tierra.
He visto las maravillas del mundo, pero ni a un solo hombre común.
Conozco a 10 mil mujeres que se llaman Jane o Mary Jane,
pero no he visto ni siquiera a dos que fueran idénticas.
Buscamos éxito infinito, pero todos nacemos, morimos y partimos.
Diferimos en cosas muy pequeñas, pero nos parecemos en cosas importantes.
Noto las diferencias obvias entre cada clase y cada tipo.
Pero somos más parecidos, amigos míos, de lo que somos diferentes.
Somos más parecidos, amigos míos, de lo que somos diferentes.

Elizabeth Barret Browning (Gran Bretaña, 1806-1861)
Sonetos del portugués (VII)

El mundo me parece tan distinto
desde que oí los pasos de tu alma
muy leves, sí, muy leves, a mi lado,
en la orilla terrible de la muerte
donde yo iba a anegarme, y me salvó
el amor descubriéndome una vida
hecha música nueva. Aquellas hieles
destinadas por Dios quiero beber,
cantando su dulzura, junto a ti.
Los nombres de lugar son diferentes
porque estás o estarás aquí o allá.
Y ese don de cantar que yo amé tanto
(los ángeles lo saben) me es querido
sólo porque hace resonar tu nombre.

Gioconda Belli (Nicaragua, 1948)
Mayo

No se marchitan los besos
como los malinches,
ni me crecen vainas en los brazos;
siempre florezco
con esta lluvia interna,
como los patios verdes de mayo
y río porque amo el viento y las nubes
y el paso del los pájaros cantores,
aunque ande enredada en recuerdos,
cubierta de hiedra como las viejas paredes,
sigo creyendo en los susurros guardados,
la fuerza de los caballos salvajes,
el alado mensaje de las gaviotas.
Creo en las raíces innumerables de mi canto.

Elizabeth Bishop (EEUU, 1902-1988)
El iceberg imaginario

Es mejor tener el iceberg que el barco,
aunque ello signifique el fin del viaje.
Aunque permanezca totalmente inmóvil como una nublada roca
y todo el mar fuera móvil mármol.
Es mejor tener el iceberg que el barco;
poseeríamos más bien esta llanura de nieve
aunque las velas del barco anduvieran por el mar
como la nieve yace no disuelta sobre el agua.
Oh, solemne y flotante campo,
¿Te das cuenta que un iceberg reposa
contigo y cuando despierte puede pacer en sus nieves?

Esta es una escena por la que un marino daría sus ojos.
El barco es ignorado. El iceberg se alza
y se hunde de nuevo; sus vítreas puntas
corrigen las elipses del cielo.
Esta es una escena donde quien pasea por la borda
es incultamente retórico. El telón
es demasiado ligero para alzarse en las más finas cuerdas
que las aéreas torsiones de la nieve provean.
La gracia de estos blancos picos
hace sombras con el sol. El iceberg desafía su peso
sobre un movedizo escenario y se está y observa.

El iceberg corta sus facetas desde dentro.
Como las joyas de una tumba
continuamente se protege y adorna
sólo él mismo, quizás las nieves
que tanto nos sorprenden flotando en el mar.

Adiós, decimos, adiós, el barco se pierde
adonde las olas se entregan a otras olas
y las nubes pasan a un cielo más cálido.
Los iceberg son necesarios al alma
(haciéndose ambos de los elementos menos visibles)
para verlos así: encarnados, bellos, indivisiblemente erigidos.

María Calcaño (Venezuela, 1906-1956)
Canciones que oyeron mis últimas muñecas (fragmento)

Había olvidado las muñecas
por venirme con él.

De puntillas,
conteniendo el aliento
me alejé de mis niñas de trapo
por no despertarlas...

Ya me iba a colgar de su brazo,
a cantar y bailar
y a sentirme ceñida con él:
como si a la vida
le nacieran ensueños!

Yo no llevaba corona,
pero iban mis manos colmadas
de bejucos floridos de campo,
de alegría, de amor, de fragancias.

Muchas noches pasaron encima
de aquella honda pureza sagrada.
Todo el cielo volcado en nosotros!

Había olvidado las muñecas.

Ahora él se ha ido.
Lo mismo.
Despacito, por no despertarme...

Emily Dickinson (EEUU, 1830-1886)
Podría estar más sola

Podría estar más sola sin mi soledad,
tan habituada estoy a mi destino,
tal vez la otra paz,
podría interrumpir la oscuridad
y llenar el pequeño cuarto,
demasiado exiguo en su medida
para contener el sacramento de él,
no estoy habituada a la esperanza,
podría entrometerse en su dulce ostentación,
violar el lugar ordenado para el sufrimiento,
sería más fácil fallecer con la tierra a la vista,
que conquistar mi azul península,
perecer de deleite.

martes, diciembre 6

Primero de muchos sobre la amistad

Yo sé que estás bien, es posible que el no saber de ti, o el que tardes en escribirme me ponga un poco necia e innecesariamente pesada. Lo siento.
La gente dice que la distancia hace el olvido, sin embargo yo estoy convencida que a mi me ha servido para fortalecer lazos de amistad y al mismo tiempo para depurar esa gran lista de amigos que decía tener.


No me duele dejar nombres y caras al lado del camino de mi vida, no me duele porque los que me acompañan son los que me importan y son los que siempre van a estar. Aprender a perder “amigos” es difícil, pero deja de serlo cuando entiendes que los que se quedan contigo, y los que regresan a ti, después en el tiempo, son a los que les importas y te quieren en verdad.

Cuando leo entrelíneas de tus escasas cartas, veo al amigo entregado con pasión a su quehacer, a sus amores. Recorriendo en silencio las calles de la vida, disfrutando el paisaje, el sol y las lluvias de su diario caminar.

Sinceramente espero que siempre tengas contigo a alguien que te acompañe de la mano.

viernes, diciembre 2

Primer logro

¡Pepe! ¡Pepe!, entré gritando a la casa. Estaba muy contenta, tan contenta que casi me reía sola. Necesitaba decirle a alguien lo bien que me sentía.

Hacía 3 meses y medio que había iniciado una nueva fase en mi vida. Una etapa que, al principio, representaba un verdadero reto. Un reto tan grande que había momentos en los que pensaba que era mejor tirar la toalla, que seguir sufriendo. Pepe siempre había estado ahí conmigo apoyándome, impulsándome, regañándome cuando quería desistir. Siempre quisiste hacerlo, me decía, no te dejes vencer. Es sólo al principio que la vas a pasar mal, después te aseguro que lo vas a disfrutar, me repetía cada vez que yo llegaba a casa con la moral arrastrándola como si fuera morral.

¡Pepe! ¡Pepe! Seguí gritando. Pepe por fin apareció, adormilado me contestó: ¿Qué pasa? ¿Ya vas a empezar con tus inseguridades y tus culpas? Me habías dejado descansar por más de 2 meses. ¿En que asuntos andabas metida que ya no me necesitabas? Ah si, ya me acuerdo, te metiste a la Universidad. Y cómo andabas preocupada por los asuntos del saber, se te olvidaron todos los rollos que no te dejaban dormir, ¿o no? Hoy fue mi último día de clases, le dije. Y aunque no tengo todas mis calificaciones, te puedo afirmar que fue un magnífico trabajo el que hice en estos casi 4 meses. Yo te lo decía, era cuestión de tiempo, solo necesitabas no desesperarte para empezar a disfrutar.

Este reto será como subir a un edificio de 9 pisos, y hoy, por fin llegué al primer piso. Hoy, terminé mi primer semestre de la licenciatura de Psicología… tal vez para muchos esto no sea importante, pero para Pepe y para mí es lo máximo. Sobre todo para mí, porque me hace sentir muy bien, muy satisfecha conmigo misma. Y si yo me siento bien dejo de molestar a Pepe, quien se quedará conmigo y no se regresará con Pinocho, como me había amenazado.

domingo, octubre 9

Nostalgia bizarra

A muy temprana hora, Sofía recorría sola la ciudad. Era demasiado temprano para hacer la segunda tarea programada del día, pero al mismo tiempo demasiado tarde para la primera. Cuando pensaba en lo complicado que era para ella, en ese momento, el transcurrir del tiempo, una sensación de nostalgia, como si fuera un escalofrío, la invadió. Se sacudió el malestar y continuó caminando, sin rumbo fijo aparente, por la ancha avenida con camellón que se descubría ante sus ojos. Sus pasos, y el enorme deseo de un café, le llevaron a la puerta de un Sanborn’s. No es el mejor que he probado, pero supongo que como es muy temprano aún ha de estar tomable, se dijo.

Se sentó en una mesa apartada, un poco obligada por su vestimenta deportiva y por la poca atención que le había puesto a su arreglo personal esa mañana. Ordenó su café, y se concentró en la lectura del libro que, desde hacía un par de días, se había vuelto su inseparable acompañante hasta no concluir la lectura de su última página.

Al salir de casa había escogido de su librero, de manera casi automática, “La Ignorancia” de Milán Kundera. Lo único que la motivó en ese momento fue cumplir la tarea de leer ese libro que hacía tiempo había comprado.

Extrañada por la rapidez con la que la chica de la falda larga y colorida le servía el café, dio una rápida mirada al salón, que a pesar de ser tan temprano estaba bastante concurrido, que extraño puros hombres, pensó. Tomó un sorbo de su café, y pudo saborear, en la calma reencontrada, la libertad de su soledad. Fue la primera oración que la hizo recapacitar en su lectura. Como en algunas ocasiones, esa mañana se descubrió que estaba leyendo pero sus pensamientos estaban en otra parte.

En griego, “regreso” se dice nostos. Algos significa “sufrimiento”. La nostalgia es, pues, el sufrimiento causado por el deseo incumplido de regresar a la propia tierra. Recuperaba de la lectura. La nostalgia se nos revela con el dolor de la ignorancia. Estás lejos y no sé qué es de ti. Mi país está lejos y no se que ocurre en él. Le seguía diciendo Kundera.

Nunca como en ese momento había sentido que había comprendido tan bien a Kundera, ¿o será al revés? nunca como hoy me sentí tan comprendida por Kundera en lo que había leído de él, jugaba con las palabras y su pensamiento.

Qué extraño le resultaba que por primera vez se sintiera cómoda y tranquila, como en casa, en un Sanborn’s, sobre todo porque no era una de las cadenas de restaurantes de su preferencia. Levantó de nuevo la mirada e hizo un recorrido por el restaurante y cayó en cuenta que efectivamente estaba lleno, pero de hombres y la mayoría con sombrero y botas.

Sonrió al darse cuenta que el restaurante era lo que la hacía sentir como en su casa, y que muy a su pesar se estaba sintiendo extranjera en su propia tierra. La nostalgia se me revela con el dolor de la ignorancia. Estoy lejos y no sé qué es de ti. Mi ciudad está lejos y no se que ocurre en ella, parafraseó a Kundera, queriendo estar aunque fuera por un momento con su gente que había dejado en la Ciudad de México.

jueves, septiembre 8

Cuando México no era México

Un ejercicio en clase de Introducción a las Ciencias Sociales me obliga a reflexionar en las condiciones que imperarían en nuestro país, si en lugar de España hubiera sido Japón el que colonizara México. Tal vez ni se llamaría México.

Para empezar creo que mi nombre sería Akira, Daisuke, o tal vez Heikichi, y por supuesto me apellidaría Nakamichi, o algo por el estilo. Mis compatriotas y yo no tendríamos problemas de obesidad, porque estaríamos educados a que nuestra alimentación fuera a base de pescado, verduras, arroz, carnes magras, en lugar de chorizos, harinas, grasas animales y aceites.

La industria mexicana estaría muy avanzada, sobre todo en el área de la electrónica. Tal vez nuestro petróleo no se vendería en bruto al exterior, sino que se comercializaría al mundo entero con procesos más refinados, dándoles así un valor agregado que ahora no tiene. Es posible que hasta se hubiera construido un gasoducto desde la Sonda de Campeche a los Estados Unidos para la exportación del gas natural.

Obviamente que hablaríamos japonés y no español. No creeríamos en Dios ni mucho menos en la Virgen de Guadalupe. Seríamos budistas, o de alguna otra religión oriental.

Estaríamos entrenados en la planificación a largo plazo, en lugar del ahí se va, o mañana será otro día, Nuestro proceder diario estaría determinado por una serie de rituales y nuestro comportamiento social sería mas formal.

No nos saludaríamos de mano, sino que tendríamos que inclinarnos ante el otro, ya que la forma japonesa normal de interacción en una presentación o saludo es una inclinación del cuerpo hacia delante. Buscando en Internet encontré que este acto, que parece tan simple, manda múltiples mensajes que son comprendidos por las personas versadas en el código social japonés, y que la inclinación debe hacerse según la persona a la que mostramos nuestros respetos. Dicen que según la posición que ocupa en la jerarquía con respecto a nosotros, así debemos ajustar el ángulo de inclinación, la duración y la actitud. ¿Te visualizas inclinándote para saludar siempre?, Yo no.

Los procesos de producción serían muy eficientes, ya que estaríamos entrenados en lograr un buen control de calidad.

En las cuestiones culturales es posible que no nos gustaran las corridas de toros, sino que andaríamos dando de patadas siempre, ya que nos entrenaríamos más en las artes marciales o el sumo.

Es posible que las estructuras arqueológicas de nuestros antepasados estuvieran más conservadas y muchas de las destruidas aún permanecerían en pie, dada la tendencia de los japoneses por preservar la cultura ancestral. En lugar de un Zócalo, en la ciudad de México, habría construcciones que ahora nos resultan extrañas.

No estaríamos venerando a un Presidente de la República, sino a un Emperador oriental.

Muchos pros y muchos contras. Lo que sin duda no cambiaría es el machismo mexicano, ya que los japoneses se pintan solos para aquello de dejar atrás a la mujer y situarla en un peldaño mas abajo que al hombre. Y no me refiero solo a un peldaño físico, sino a un escalón social, cultural y económico. Tal vez si habría mujeres emprendedoras, como actualmente existen en México, pero se enfrentarían a los mismos frenos sociales y culturales para poder destacar y tener los mismos satisfactores que el hombre.

Algo que creo no cambiaría es la influencia que tienen los Estados Unidos en nuestro país. Los japoneses han caído en el embrujo de los americanos y su sociedad, y cada vez se quieren parecer más a ellos. No solo están copiando sus avances tecnológicos sino también sus costumbres.

De algo estoy segura, nosotros inventaríamos el cómo comernos el sushi en taco o en torta.

domingo, septiembre 4

Un nuevo reto: cambio de estructura de pensamiento

Casi un mes me llevó darme el tiempo en mis nuevas actividades para regresar a enfrentarme conmigo misma en este espacio. Me he prometido no descuidarlo tanto. Este es otro reto que no debo dejar de lado.

Mis acercamientos con el campo de la psicología han sido varios, tal vez no los suficientes o tan permanentes como debieran o quisiera. Sin embargo, siempre han sido experiencias muy satisfactorias.

El primero se dio al poco tiempo, un par de meses para ser más exacta, de morir mi madre. Mi dolor era tanto que no sabía que hacer con él. Hace unos años leí un libro sobre la muerte de los seres queridos. Algo me marcó de esa lectura. La autora decía que lo que duele cuando un ser querido muere, es el hueco que queda en el alma, porque no sabemos como llenarlo. Yo agregaría que ni los recuerdos que se generan por el gusto de una sopa que sabe a Mamá, ni con la ropa recién lavada que huele a Mamá, ni con una sábana que es tan suave como las caricias de Mamá, se puede llenar el hueco en el alma que nos deja la madre cuando muere.


La muerte de mi padre también fue muy determinante en mi vida, sin embargo, la diferencia fue que a la semana de su muerte me enteré que el malestar que sentía en mi vientre no se debía a ningún alimento que me hiciera daño y generara mi hinchazón y acidez estomacal. Ese malestar ahora tiene nombre y apellido: es mi hija. En aquel momento la vida me quitó un cariño, pero me llenó ese hueco con otro cariño.

No era la muerte de mi madre lo único que me quitaba el sueño en ese tiempo. La vida de cualquier mortal, algunas veces, está acompañada de personalidades que dan cariño pero también quitan mucha energía. Era mi caso.

Para no desviarme más del asunto que me compete el día de hoy, te diré que al no saber que hacer con ese dolor tan grande, me sugirieron acudir con un profesional que tuviera la capacidad de ayudarme a encontrar alivio a mi desgarramiento o esguince del alma. Tuve la oportunidad de conocer a quien me ayudó enormemente a consolar el alma y descubrirme a mi misma en un parámetro, que yo ni idea tenía que existía.

Él me introdujo al universo de la psicología, en donde me empecé a sentir como pez en el agua. Cada concepto nuevo, que llegaba a mi alcance, me daba la posibilidad entender muchas situaciones que no había podido explicarme hasta entonces. Él me permitió ser parte del pequeño círculo de estudio, conformado por profesionistas incluso ya titulados, de alumnos suyos a los que les supervisaba su trabajo con otros pacientes. Me sentí muy honrada por la distinción. Y más grande fue mi orgullo cuando me enteré que había sido alumno de Erich Fromm, cuando éste estuvo en México. La razón de su invitación, me la confesó la última vez que lo visité antes de cambiar de ciudad de residencia, fue que siempre confió en que yo algún día sería como mis compañeros de seminario: una psicóloga titulada. Tal vez vio en mí, desde mi primera visita, el enorme interés y gusto por descubrir ese mundo.

Circunstancias van y circunstancias vienen en la vida… Y mi vida no fue la excepción. Un intento fallido, y una frustración más. Intenté cursarla en una magnífica universidad de educación a distancia. Educación autodidacta. Mucha investigación, ningún maestro. Pero como ya comenté, circunstancias van y circunstancias vienen.

Ahora, me vuelvo a enfrentar al reto y a la oportunidad de ingresar a la Licenciatura de Psicología. Y digo reto, no como retórica, sino con el significado pleno de la palabra, porqué estoy afrontando un nuevo universo. Otro parámetro de pensamiento, otros conceptos y otro lenguaje. Sin embargo no deja de ser cautivador. Siempre he mantenido mi mente abierta al conocimiento, y soy de las que prefieren conocer varios enfoques para tener la capacidad de discernir. A pesar de la contundencia de los maestros que dicen que lo único verdadero es lo medible, y que si los alumnos no cambian la magia y el anacronismo del psicoanálisis no podrán ser unos verdaderos psicólogos, a tres semanas de haber iniciado, mantengo mis reservas. Ya irán descubriendo junto conmigo ese cambio en el lenguaje y estructura de pensamiento. Al tiempo que me enfrente a estos nuevos conceptos, los iré describiendo en este espacio.

miércoles, agosto 17

El ánimo extrañado

Emocionada sacó del armario su vieja mochila gris, hubiera preferido la roja lástima que me la ganaron, y empezó a guardar en ella los cuadernos que acababa de comprar, su portalápices, como cuando fue por primera vez a la primaria, no metió una manzana por que la verdad pensó que iba a ser víctima de la burla de sus compañeros cuando se la ofreciera a su maestro.

Junto con los papeles de inscripción, metió en su mochila todas sus ilusiones y sus enormes deseos de realizar el sueño de su vida: terminar su carrera profesional.

Llegó a la universidad con mucho tiempo de anticipación. No conocía ni el edificio, menos el aula que tenía asignada para el inicio de clases. Se sintió muy cohibida, al igual que los muchos estudiantes novatos que iniciaban con ella la aventura. En cambio vio con envidia a los que, con la experiencia del año cursado, se movían ufanos como despreciando a los de nuevo ingreso, a pesar de que estarían compartiendo aula con ellos, puesto que habían reprobado la materia y que no podían acreditar mas que con la opción de cursarla de nuevo. Aún así se sentían como los leones dueños de la pradera viendo a los cervatillos husmear en los sitios desconocidos.

Se sentó junto a las chicas de mirada rebelde y aire de autosuficiencia, y el no cohibirse ante su presencia fue suficiente para que le iniciaran plática. Así fue como se enteró que ellas estarían en su mismo salón de principiante, y se sonrió para sus adentros.

Demasiado temprano. Había llegado con mucha antelación en su primer día de clases, por lo que tuvo que aguantar el calor, resguardándose del sol en las palapas con bancas diseminadas por los patios de la Escuela y que se convertirán en el refugio de las parejas antiguas y las nuevas que aparecerán durante el ciclo escolar. Carajo, que calor. No debí llegar tan temprano, ni que fuera tan grande la Escuela, no me podía perder.

¡Por fin! Abren el aula y la brisa fresca del aire acondicionado le hace recuperar el aliento. Con sus mejillas rojas por el calor, cruza el salón para sentarse en el extremo opuesto de la puerta de entrada. La mayoría ha ocupado los asientos cerca de la puerta y las hileras que están al fondo del salón, como un mecanismo de defensa ante la presencia amenazante de alguien que aún no conocen. Los asientos del frente fueron ocupados por los que llegaron al último y alguna que otra intrépida jovencita con aire de sabelotodo.

La tensión baja un poco cuando aparece en la puerta la maestra con la que cursarán su primera asignatura. Se trata de una persona delgada, de baja estatura, con un rostro agradable y vestida de manera muy juvenil. Todos se sienten aliviados por esa presencia que no parece ser agresiva, sin embargo la tensión vuelve a hacerse presente cuando expone la rigurosidad de su método de enseñanza. Voz suave, pero firme. Agudeza e inteligencia en el hablar fueron las características más importantes que observó en ella. Fue el impacto que le causó lo que le hizo decidir no buscar más el cambio de horario. Le habían adjudicado el turno de la tarde, cosa que no la tenía muy contenta y estaba solicitando una permuta al turno matutino. Debo buscar buenos maestros, no buenos horarios, fue el razonamiento que la hizo sentir mejor.

Después de una hora de clase, que se convirtió en una charla con esa joven inteligente. Se trasladó junto con sus compañeros, en su mayoría mujeres, al auditorio en donde les dijeron tendrían el curso introductorio.

Ahí se sintió mas tranquila. Se hizo amiga de dos mujeres y un hombre maduros, con los que de inmediato se identificó. Los cuatro fueron reconfortados por la actitud de los dos expositores que se vieron retratados en esos alumnos diferentes del resto.


Regresó tarde a casa. No había comido, cansada pero con un ánimo que hacía mucho tiempo no tenía y que ya extrañaba.

domingo, agosto 7

Encuentro en el Mundo Maya

--Te llama el jefe. Te ha buscado toda la mañana, ¿donde estabas?

Fue el saludo que recibió Sofía al llegar esa mañana a su cubículo. Ese día tan lluvioso hubiera preferido quedarse en cama. Le había embargado una nostalgia que estuvo a punto de ser mas grande que su sentido de responsabilidad. Despertó pensando en su madre y eso la intranquilizó. Ella y su mamá siempre habían tenido una comunicación muy peculiar, solo era suficiente que cualquiera de ellas pensara intensamente en la otra para que de inmediato sonara el teléfono y se pusieran en contacto. En varias ocasiones había despertado en situaciones similares, y más tarde Sofía se enteraba que su madre estaba enferma o que simplemente tenía necesidad de platicarle algo. Su intranquilidad creció al pensar que ya pronto sería el día en que se cumpliría un año más de su fallecimiento.

Disfrutaba mucho su trabajo, decía que éste le ofrecía la oportunidad de ayudar a personas que de otra manera no lo podría hacer. No era feminista, sin embargo se llenaba de satisfacción cuando eran los grupos de mujeres los favorecidos por los proyectos que desarrollaba junto con su equipo. Su trabajo le daba esos gozos, con el plus que le permitía viajar. Conocer su país se había convertido en una de sus pasiones.

Lamentó el recordar lo poco que estaba viajando. Otra nostalgia más en ese día gris, extrañaba viajar. Los apoyos se habían espaciado por la política de austeridad del nuevo gobierno, lo mismo que sus salidas y las de su grupo de trabajo. Pensaba que ya eran muchos los sexenios de austeridad que había tenido el país. Los pobres chavos de ahora nacieron, y crecieron en puros gobiernos de austeridad… Ni ganas les han de dar de estudiar para no encontrar trabajo cuando terminen, continuaba con su diálogo interno, cuando su compañera la trajo a la realidad.

--Sofía, que te llama el jefe.
--¿Y ahora qué querrá? ¿Aprobaría el proyecto que le presentamos?, ¿tú que dices?
--No lo sé, le contestó Alina, mejor apúrate no se vaya a enojar.

Tocó la puerta de manera discreta, el jefe era medio cascarrabias, pero buena persona, siempre ha visto con simpatía los proyectos que le he presentado, apuró a pensar al tiempo que le daban entrada a la oficina. Se sentó y mientras tomaba a pequeños sorbos la taza de café que le ofrecieron, y el jefe terminaba su conversación telefónica, se dio a la tarea de inspeccionar detenidamente todos los adornos nuevos que iba descubriendo en la sala. Había una vasija de barro negro de Oaxaca, un mantelito bordado traído de San Cristóbal de las Casas, otra vasija de barro de los tarahumaras, un plato de Santa Clara del Cobre, figuras de metal de Guanajuato y varios objetos más. Si que se ha paseado el jefe, se dijo.

--Sofía, vaya preparándose para que usted y Alina salgan lo más pronto posible a Calakmul. Se aprobó su proyecto, lo vamos a desarrollar ahí con un grupo de mujeres que nos pidieron apoyo. Les va a gustar el lugar, ahí está la Reserva de la Biosfera, dicen que es un lugar mágico. Así que prepare todo.
--¿Calakmul? ¿Y eso en donde está Licenciado?
--En Campeche, Sofía. Está en el sureste de Campeche. Una zona muy pobre, es uno de los municipios más jóvenes del país, pero también uno de los más pobres. Va ser muy oportuno su trabajo en esa zona. Les deseo suerte Sofía. Pero tengan mucho cuidado, dicen que es un lugar muy extraño, le bromeó su jefe.

Sofía estaba contenta, nunca había ido a Campeche y haciéndole poco caso a los comentarios de su jefe no le dió paso a los temores. Con la euforia que les provocó el saber que saldrían de viaje, Sofía y Alina dispusieron todo para salir de inmediato.

--Ya está todo en orden Sofía, nos vamos en 2 días. Lo único malo es que solo conseguí boletos en uno de esos avioncitos que parecen de juguete, le dijo Alina antes de irse a casa.

Llegaron a la capital de Campeche muy indispuestas. Habían tenido un viaje muy movido que les ocasionó mareos y otros trastornos físicos a las dos, a pesar de las pastillas que se tomaran al abordar el avión. Parecía papalote el canijo avioncito, dijo Sofía. Quiero vomitar, agregó Alina, vamos al baño antes de salirnos del aeropuerto.

Fueron recibidas por dos personas, que supusieron trabajaban para misma la dependencia que ellas. Antes de llegar al restaurante de comida regional, al que las invitaron a desayunar, hicieron un recorrido por el malecón, las llevaron al centro histórico recién restaurado, visitaron las famosas puertas de Mar y de Tierra, los fuertes y baluartes y los vestigios de la muralla que fue levantada para proteger a Campeche de los ataques piratas, les decían sus guías a Sofía y Alina. A las dos se les olvidó de inmediato las molestias provocadas por el accidentado vuelo al escuchar atentas las explicaciones de sus anfitriones.

--¿Van a Calakmul, verdad?, les preguntó Norma. Norma era la típica mujer campechana, nacida en el municipio de Calakmul, muy orgullosa de sus raíces y poseedora, además de unos rasgos faciales netamente mayas, de una inteligencia muy aguda. Yo trabajo en el Ayuntamiento, soy encargada del departamento de ecología, aunque a veces parece que soy la encargada de proyectos de mujeres. Me buscan mucho las señoras, se sienten bien conmigo. ¿Sabían que Calakmul es Patrimonio Cultural de la Humanidad?, decía orgullosa entre el cúmulo de información que les quería proporcionar. Yo vivo en Zoh-Laguna, ando haciendo unas diligencias aquí en la capital, pero pronto nos vamos a ver por allá, me regreso en unos días, siguió diciendo Norma.

Después del desayuno, Sofía y Alina volvieron a sentir los estragos del viaje, las hicieron comer tantos platillos regionales que les regresaron las náuseas. ¡Prueben esta tortilla de huevo con camarones¡ ¡Ahora los tamales colados, y el queso relleno, no pueden dejar de comer los tamales de chaya!, eran incitadas por los orgullosos anfitriones.

Al comprar los boletos del autobús les informaron que su viaje duraría 5 horas, y que hubiera sido más fácil viajar a Chetumal y desplazarse una hora por carretera, para llegar al lugar que sería su destino.

No todos los viajes de trabajo que Sofía había realizado habían sido en avión, también había viajado en autobús, de todo tipo. Recordaba los que tenían todas las comodidades que ni sentía si el trayecto era largo, con más comodidades incluso que algunos aviones de líneas importantes. Pero éste, no era precisamente un autobús de primera clase. Sobreponiéndose a las incomodidades, y al excesivo calor que ya estaba haciendo estragos en su ropa, se propuso disfrutar el paisaje. Saliendo de Campeche se dirigieron a Champotón, un pequeño poblado de pescadores, con un amplio malecón bordeando a un ancho río que se confunde con el mar por su inmediata desembocadura en el Golfo de México. Sofía no alcanzó a ver mucho, porque el pueblo no era muy grande y como el autobús iba lleno desde Campeche el chofer decidió no parar en la terminal, cruzó rápidamente la población enfilándose de nuevo por una carretera maltrecha. Igual estaban muchas de las casas a la orilla de la carretera exponiendo, sin pudor, los estragos sufridos por el paso del reciente huracán.

--Qué viaje tan largo, ya me cansé. Eso nos pasa por no haber consultado un mapa o haber preguntado antes de salir del DF, refunfuñó su compañera de viaje.
--Ya Alina no seas pesada, nos está sirviendo para conocer el Estado, ¿a poco tú ya conocías Campeche?, la calló Sofía.

Efectivamente, el viaje pintaba para ser muy largo, pero con un paisaje muy diferente al que Sofía había visto en el resto de la República. El autobús avanzaba e iba dejando atrás la costa, Sofía se percató que empezaban a adentrarse a una zona con una vegetación muy selvática. En ese momento recordó que si había visto un paisaje semejante. Claro, se dijo, fue cuando estuve en Chiapas, en aquel recorrido de Tuxtla Gutiérrez hasta San Cristóbal de las Casas. Que bueno que al jefe se le metió la idea que teníamos que hacer esa reunión en San Cristóbal, si no nunca hubiera podido conocerlo, y mucho menos el Cañón del Sumidero. Tierra Maya al fin, suspiró.

En el módulo de turismo del aeropuerto Sofía logró tomar unos folletos en los que se describía la importancia de la zona. Sabía que Campeche formaba parte del Mundo Maya, pero en realidad no conocía nada sobre Calakmul. A pesar de su reciente creación como municipio, su historia es tan vasta y antigua como pocas, protegiendo una riqueza natural y cultural de grandes proporciones, a sus sitios arqueológicos se suma la Reserva de la Biosfera de Calakmul que, con sus 723,185 hectáreas –la más grande en su tipo en México– es un santuario para la protección de plantas y animales amenazados o en vías de extinción. Aquí habitan el tigrillo y el jaguar, monos aulladores y tapires, además de casi 300 especies de aves, le leyó a su amiga.

Se enteró que Calakmul, además de llamarse así el municipio al que iban a trabajar, y que fue creado el 31 de diciembre de 1996, fue uno de los sitios que durante el auge de la cultura maya adquirió una gran supremacía en la región del Petén, y que en épocas de gloria debió congregar a 600,000 habitantes en sus más de 6,500 estructuras, algunas de más de 50 metros de altura, exclamó en voz alta.

--Escucha Alina el folleto dice que hay muchos sitios arqueológicos que podemos visitar. Aquí hablan que en Xpujil, la cabecera municipal que es el lugar a donde vamos, hay unas torres y un mascarón. Y que a 10 minutos se encuentra Zoh-Laguna un pintoresco pueblo con casas construidas de madera.

Sofía leía con fascinación todo lo referente a ese lugar tan mágico para ella, sin percatarse que Alina había preferido dormirse que seguir sufriendo lo largo del camino. Dejó de lado los folletos por un momento, porque sintió una mirada muy intensa sobre ella. Volteó a su lado izquierdo y se encontró con los ojos negros de una anciana que no dejaba de mirarla.

--¿Para donde van?
--Vamos a Xpujil, a trabajar con las autoridades municipales de Calakmul, contestó amablemente.
--¿En donde se van a hospedar?,
--Aún no lo sabemos.
--Cerca de Xpujil, a 10 kilómetros, está Zoh-Laguna, es un poblado muy bonito, lleno de árboles y casas de madera. Ahí hay un hotelito muy modesto, pero limpio y agradable. Les recomiendo se queden mejor ahí. En Xpujil escasea mucho el agua, y como está en el paso a Chetumal es una zona muy cara. Zoh-Laguna fue un emporio maderero hasta que terminaron de saquearlo. Pero continúa teniendo su encanto.
--Gracias por su consejo, lo tomaremos en cuenta.
--Sólo le digo que tengan mucho cuidado con los Aluches. Les gusta mucho hacer travesuras y hacen que la gente se pierda en la selva. Hace tiempo se llevaron a una niña y la tuvieron con ellos dos semanas. Cuando regresó solo pudo decir que su hermanito se la había llevado a una cueva y que no la dejaba salir. Pero su hermanito nunca estuvo ahí, la niña se había perdido sola. Dicen que los aluches toman formas humanas para darles confianza a la gente que se quieren llevar con ellos. Nunca entendió la gente porque regresó la niña, dicen que todos los que los aluches se llevan nunca regresan. Vaya usted a saber.
Sofía la escuchó, al tiempo que sentía que un escalofrío recorría su piel. Las preguntas se quedaron en el aire. La anciana se levantó rápidamente de su asiento y pidiéndole al chofer del autobús que parara, descendió de él, no sin antes mirarla de nuevo fijamente y advertirle: ¡Mucho cuidado, no se le olvide andarse con cuidado con los aluches! Sofía sintió de nuevo el escalofrío recorrer su piel.

martes, agosto 2

UN AMIGO ES A VECES EL DESIERTO

En el caminar de la vida uno mantiene amigos, hace nuevos, otros quedan en el olvido. Una de mis tristezas más grandes, al dejar la Ciudad de México, fue que físicamente se quedaran ahí los grandes amigos que cultivé en los muchos años que viví en aquella ciudad.

Compartir fue la esencia de esas amistades, compartir tiempos, tristezas y alegrías. Uno de ellos, que ha sido y será muy especial para mí, me envió un poema como regalo por el habernos conocido.

Y ahora lo comparto aquí, con los de siempre.


UN AMIGO ES A VECES EL DESIERTO

Un amigo es a veces el desierto,
otras el agua.
Despréndete del ínfimo rumor
de agosto; no siempre
un cuerpo es el lugar de la furtiva
luz desnuda, de cargados
limoneros de pájaros
y el verano en el pelo;
en el follaje oscuro del sueño
es donde brilla
la piel mojada,
El difícil florecimiento de la lengua.
Lo cierto es la palabra.

Eugenio de Andrade