miércoles, agosto 17

El ánimo extrañado

Emocionada sacó del armario su vieja mochila gris, hubiera preferido la roja lástima que me la ganaron, y empezó a guardar en ella los cuadernos que acababa de comprar, su portalápices, como cuando fue por primera vez a la primaria, no metió una manzana por que la verdad pensó que iba a ser víctima de la burla de sus compañeros cuando se la ofreciera a su maestro.

Junto con los papeles de inscripción, metió en su mochila todas sus ilusiones y sus enormes deseos de realizar el sueño de su vida: terminar su carrera profesional.

Llegó a la universidad con mucho tiempo de anticipación. No conocía ni el edificio, menos el aula que tenía asignada para el inicio de clases. Se sintió muy cohibida, al igual que los muchos estudiantes novatos que iniciaban con ella la aventura. En cambio vio con envidia a los que, con la experiencia del año cursado, se movían ufanos como despreciando a los de nuevo ingreso, a pesar de que estarían compartiendo aula con ellos, puesto que habían reprobado la materia y que no podían acreditar mas que con la opción de cursarla de nuevo. Aún así se sentían como los leones dueños de la pradera viendo a los cervatillos husmear en los sitios desconocidos.

Se sentó junto a las chicas de mirada rebelde y aire de autosuficiencia, y el no cohibirse ante su presencia fue suficiente para que le iniciaran plática. Así fue como se enteró que ellas estarían en su mismo salón de principiante, y se sonrió para sus adentros.

Demasiado temprano. Había llegado con mucha antelación en su primer día de clases, por lo que tuvo que aguantar el calor, resguardándose del sol en las palapas con bancas diseminadas por los patios de la Escuela y que se convertirán en el refugio de las parejas antiguas y las nuevas que aparecerán durante el ciclo escolar. Carajo, que calor. No debí llegar tan temprano, ni que fuera tan grande la Escuela, no me podía perder.

¡Por fin! Abren el aula y la brisa fresca del aire acondicionado le hace recuperar el aliento. Con sus mejillas rojas por el calor, cruza el salón para sentarse en el extremo opuesto de la puerta de entrada. La mayoría ha ocupado los asientos cerca de la puerta y las hileras que están al fondo del salón, como un mecanismo de defensa ante la presencia amenazante de alguien que aún no conocen. Los asientos del frente fueron ocupados por los que llegaron al último y alguna que otra intrépida jovencita con aire de sabelotodo.

La tensión baja un poco cuando aparece en la puerta la maestra con la que cursarán su primera asignatura. Se trata de una persona delgada, de baja estatura, con un rostro agradable y vestida de manera muy juvenil. Todos se sienten aliviados por esa presencia que no parece ser agresiva, sin embargo la tensión vuelve a hacerse presente cuando expone la rigurosidad de su método de enseñanza. Voz suave, pero firme. Agudeza e inteligencia en el hablar fueron las características más importantes que observó en ella. Fue el impacto que le causó lo que le hizo decidir no buscar más el cambio de horario. Le habían adjudicado el turno de la tarde, cosa que no la tenía muy contenta y estaba solicitando una permuta al turno matutino. Debo buscar buenos maestros, no buenos horarios, fue el razonamiento que la hizo sentir mejor.

Después de una hora de clase, que se convirtió en una charla con esa joven inteligente. Se trasladó junto con sus compañeros, en su mayoría mujeres, al auditorio en donde les dijeron tendrían el curso introductorio.

Ahí se sintió mas tranquila. Se hizo amiga de dos mujeres y un hombre maduros, con los que de inmediato se identificó. Los cuatro fueron reconfortados por la actitud de los dos expositores que se vieron retratados en esos alumnos diferentes del resto.


Regresó tarde a casa. No había comido, cansada pero con un ánimo que hacía mucho tiempo no tenía y que ya extrañaba.

domingo, agosto 7

Encuentro en el Mundo Maya

--Te llama el jefe. Te ha buscado toda la mañana, ¿donde estabas?

Fue el saludo que recibió Sofía al llegar esa mañana a su cubículo. Ese día tan lluvioso hubiera preferido quedarse en cama. Le había embargado una nostalgia que estuvo a punto de ser mas grande que su sentido de responsabilidad. Despertó pensando en su madre y eso la intranquilizó. Ella y su mamá siempre habían tenido una comunicación muy peculiar, solo era suficiente que cualquiera de ellas pensara intensamente en la otra para que de inmediato sonara el teléfono y se pusieran en contacto. En varias ocasiones había despertado en situaciones similares, y más tarde Sofía se enteraba que su madre estaba enferma o que simplemente tenía necesidad de platicarle algo. Su intranquilidad creció al pensar que ya pronto sería el día en que se cumpliría un año más de su fallecimiento.

Disfrutaba mucho su trabajo, decía que éste le ofrecía la oportunidad de ayudar a personas que de otra manera no lo podría hacer. No era feminista, sin embargo se llenaba de satisfacción cuando eran los grupos de mujeres los favorecidos por los proyectos que desarrollaba junto con su equipo. Su trabajo le daba esos gozos, con el plus que le permitía viajar. Conocer su país se había convertido en una de sus pasiones.

Lamentó el recordar lo poco que estaba viajando. Otra nostalgia más en ese día gris, extrañaba viajar. Los apoyos se habían espaciado por la política de austeridad del nuevo gobierno, lo mismo que sus salidas y las de su grupo de trabajo. Pensaba que ya eran muchos los sexenios de austeridad que había tenido el país. Los pobres chavos de ahora nacieron, y crecieron en puros gobiernos de austeridad… Ni ganas les han de dar de estudiar para no encontrar trabajo cuando terminen, continuaba con su diálogo interno, cuando su compañera la trajo a la realidad.

--Sofía, que te llama el jefe.
--¿Y ahora qué querrá? ¿Aprobaría el proyecto que le presentamos?, ¿tú que dices?
--No lo sé, le contestó Alina, mejor apúrate no se vaya a enojar.

Tocó la puerta de manera discreta, el jefe era medio cascarrabias, pero buena persona, siempre ha visto con simpatía los proyectos que le he presentado, apuró a pensar al tiempo que le daban entrada a la oficina. Se sentó y mientras tomaba a pequeños sorbos la taza de café que le ofrecieron, y el jefe terminaba su conversación telefónica, se dio a la tarea de inspeccionar detenidamente todos los adornos nuevos que iba descubriendo en la sala. Había una vasija de barro negro de Oaxaca, un mantelito bordado traído de San Cristóbal de las Casas, otra vasija de barro de los tarahumaras, un plato de Santa Clara del Cobre, figuras de metal de Guanajuato y varios objetos más. Si que se ha paseado el jefe, se dijo.

--Sofía, vaya preparándose para que usted y Alina salgan lo más pronto posible a Calakmul. Se aprobó su proyecto, lo vamos a desarrollar ahí con un grupo de mujeres que nos pidieron apoyo. Les va a gustar el lugar, ahí está la Reserva de la Biosfera, dicen que es un lugar mágico. Así que prepare todo.
--¿Calakmul? ¿Y eso en donde está Licenciado?
--En Campeche, Sofía. Está en el sureste de Campeche. Una zona muy pobre, es uno de los municipios más jóvenes del país, pero también uno de los más pobres. Va ser muy oportuno su trabajo en esa zona. Les deseo suerte Sofía. Pero tengan mucho cuidado, dicen que es un lugar muy extraño, le bromeó su jefe.

Sofía estaba contenta, nunca había ido a Campeche y haciéndole poco caso a los comentarios de su jefe no le dió paso a los temores. Con la euforia que les provocó el saber que saldrían de viaje, Sofía y Alina dispusieron todo para salir de inmediato.

--Ya está todo en orden Sofía, nos vamos en 2 días. Lo único malo es que solo conseguí boletos en uno de esos avioncitos que parecen de juguete, le dijo Alina antes de irse a casa.

Llegaron a la capital de Campeche muy indispuestas. Habían tenido un viaje muy movido que les ocasionó mareos y otros trastornos físicos a las dos, a pesar de las pastillas que se tomaran al abordar el avión. Parecía papalote el canijo avioncito, dijo Sofía. Quiero vomitar, agregó Alina, vamos al baño antes de salirnos del aeropuerto.

Fueron recibidas por dos personas, que supusieron trabajaban para misma la dependencia que ellas. Antes de llegar al restaurante de comida regional, al que las invitaron a desayunar, hicieron un recorrido por el malecón, las llevaron al centro histórico recién restaurado, visitaron las famosas puertas de Mar y de Tierra, los fuertes y baluartes y los vestigios de la muralla que fue levantada para proteger a Campeche de los ataques piratas, les decían sus guías a Sofía y Alina. A las dos se les olvidó de inmediato las molestias provocadas por el accidentado vuelo al escuchar atentas las explicaciones de sus anfitriones.

--¿Van a Calakmul, verdad?, les preguntó Norma. Norma era la típica mujer campechana, nacida en el municipio de Calakmul, muy orgullosa de sus raíces y poseedora, además de unos rasgos faciales netamente mayas, de una inteligencia muy aguda. Yo trabajo en el Ayuntamiento, soy encargada del departamento de ecología, aunque a veces parece que soy la encargada de proyectos de mujeres. Me buscan mucho las señoras, se sienten bien conmigo. ¿Sabían que Calakmul es Patrimonio Cultural de la Humanidad?, decía orgullosa entre el cúmulo de información que les quería proporcionar. Yo vivo en Zoh-Laguna, ando haciendo unas diligencias aquí en la capital, pero pronto nos vamos a ver por allá, me regreso en unos días, siguió diciendo Norma.

Después del desayuno, Sofía y Alina volvieron a sentir los estragos del viaje, las hicieron comer tantos platillos regionales que les regresaron las náuseas. ¡Prueben esta tortilla de huevo con camarones¡ ¡Ahora los tamales colados, y el queso relleno, no pueden dejar de comer los tamales de chaya!, eran incitadas por los orgullosos anfitriones.

Al comprar los boletos del autobús les informaron que su viaje duraría 5 horas, y que hubiera sido más fácil viajar a Chetumal y desplazarse una hora por carretera, para llegar al lugar que sería su destino.

No todos los viajes de trabajo que Sofía había realizado habían sido en avión, también había viajado en autobús, de todo tipo. Recordaba los que tenían todas las comodidades que ni sentía si el trayecto era largo, con más comodidades incluso que algunos aviones de líneas importantes. Pero éste, no era precisamente un autobús de primera clase. Sobreponiéndose a las incomodidades, y al excesivo calor que ya estaba haciendo estragos en su ropa, se propuso disfrutar el paisaje. Saliendo de Campeche se dirigieron a Champotón, un pequeño poblado de pescadores, con un amplio malecón bordeando a un ancho río que se confunde con el mar por su inmediata desembocadura en el Golfo de México. Sofía no alcanzó a ver mucho, porque el pueblo no era muy grande y como el autobús iba lleno desde Campeche el chofer decidió no parar en la terminal, cruzó rápidamente la población enfilándose de nuevo por una carretera maltrecha. Igual estaban muchas de las casas a la orilla de la carretera exponiendo, sin pudor, los estragos sufridos por el paso del reciente huracán.

--Qué viaje tan largo, ya me cansé. Eso nos pasa por no haber consultado un mapa o haber preguntado antes de salir del DF, refunfuñó su compañera de viaje.
--Ya Alina no seas pesada, nos está sirviendo para conocer el Estado, ¿a poco tú ya conocías Campeche?, la calló Sofía.

Efectivamente, el viaje pintaba para ser muy largo, pero con un paisaje muy diferente al que Sofía había visto en el resto de la República. El autobús avanzaba e iba dejando atrás la costa, Sofía se percató que empezaban a adentrarse a una zona con una vegetación muy selvática. En ese momento recordó que si había visto un paisaje semejante. Claro, se dijo, fue cuando estuve en Chiapas, en aquel recorrido de Tuxtla Gutiérrez hasta San Cristóbal de las Casas. Que bueno que al jefe se le metió la idea que teníamos que hacer esa reunión en San Cristóbal, si no nunca hubiera podido conocerlo, y mucho menos el Cañón del Sumidero. Tierra Maya al fin, suspiró.

En el módulo de turismo del aeropuerto Sofía logró tomar unos folletos en los que se describía la importancia de la zona. Sabía que Campeche formaba parte del Mundo Maya, pero en realidad no conocía nada sobre Calakmul. A pesar de su reciente creación como municipio, su historia es tan vasta y antigua como pocas, protegiendo una riqueza natural y cultural de grandes proporciones, a sus sitios arqueológicos se suma la Reserva de la Biosfera de Calakmul que, con sus 723,185 hectáreas –la más grande en su tipo en México– es un santuario para la protección de plantas y animales amenazados o en vías de extinción. Aquí habitan el tigrillo y el jaguar, monos aulladores y tapires, además de casi 300 especies de aves, le leyó a su amiga.

Se enteró que Calakmul, además de llamarse así el municipio al que iban a trabajar, y que fue creado el 31 de diciembre de 1996, fue uno de los sitios que durante el auge de la cultura maya adquirió una gran supremacía en la región del Petén, y que en épocas de gloria debió congregar a 600,000 habitantes en sus más de 6,500 estructuras, algunas de más de 50 metros de altura, exclamó en voz alta.

--Escucha Alina el folleto dice que hay muchos sitios arqueológicos que podemos visitar. Aquí hablan que en Xpujil, la cabecera municipal que es el lugar a donde vamos, hay unas torres y un mascarón. Y que a 10 minutos se encuentra Zoh-Laguna un pintoresco pueblo con casas construidas de madera.

Sofía leía con fascinación todo lo referente a ese lugar tan mágico para ella, sin percatarse que Alina había preferido dormirse que seguir sufriendo lo largo del camino. Dejó de lado los folletos por un momento, porque sintió una mirada muy intensa sobre ella. Volteó a su lado izquierdo y se encontró con los ojos negros de una anciana que no dejaba de mirarla.

--¿Para donde van?
--Vamos a Xpujil, a trabajar con las autoridades municipales de Calakmul, contestó amablemente.
--¿En donde se van a hospedar?,
--Aún no lo sabemos.
--Cerca de Xpujil, a 10 kilómetros, está Zoh-Laguna, es un poblado muy bonito, lleno de árboles y casas de madera. Ahí hay un hotelito muy modesto, pero limpio y agradable. Les recomiendo se queden mejor ahí. En Xpujil escasea mucho el agua, y como está en el paso a Chetumal es una zona muy cara. Zoh-Laguna fue un emporio maderero hasta que terminaron de saquearlo. Pero continúa teniendo su encanto.
--Gracias por su consejo, lo tomaremos en cuenta.
--Sólo le digo que tengan mucho cuidado con los Aluches. Les gusta mucho hacer travesuras y hacen que la gente se pierda en la selva. Hace tiempo se llevaron a una niña y la tuvieron con ellos dos semanas. Cuando regresó solo pudo decir que su hermanito se la había llevado a una cueva y que no la dejaba salir. Pero su hermanito nunca estuvo ahí, la niña se había perdido sola. Dicen que los aluches toman formas humanas para darles confianza a la gente que se quieren llevar con ellos. Nunca entendió la gente porque regresó la niña, dicen que todos los que los aluches se llevan nunca regresan. Vaya usted a saber.
Sofía la escuchó, al tiempo que sentía que un escalofrío recorría su piel. Las preguntas se quedaron en el aire. La anciana se levantó rápidamente de su asiento y pidiéndole al chofer del autobús que parara, descendió de él, no sin antes mirarla de nuevo fijamente y advertirle: ¡Mucho cuidado, no se le olvide andarse con cuidado con los aluches! Sofía sintió de nuevo el escalofrío recorrer su piel.

martes, agosto 2

UN AMIGO ES A VECES EL DESIERTO

En el caminar de la vida uno mantiene amigos, hace nuevos, otros quedan en el olvido. Una de mis tristezas más grandes, al dejar la Ciudad de México, fue que físicamente se quedaran ahí los grandes amigos que cultivé en los muchos años que viví en aquella ciudad.

Compartir fue la esencia de esas amistades, compartir tiempos, tristezas y alegrías. Uno de ellos, que ha sido y será muy especial para mí, me envió un poema como regalo por el habernos conocido.

Y ahora lo comparto aquí, con los de siempre.


UN AMIGO ES A VECES EL DESIERTO

Un amigo es a veces el desierto,
otras el agua.
Despréndete del ínfimo rumor
de agosto; no siempre
un cuerpo es el lugar de la furtiva
luz desnuda, de cargados
limoneros de pájaros
y el verano en el pelo;
en el follaje oscuro del sueño
es donde brilla
la piel mojada,
El difícil florecimiento de la lengua.
Lo cierto es la palabra.

Eugenio de Andrade