jueves, septiembre 8

Cuando México no era México

Un ejercicio en clase de Introducción a las Ciencias Sociales me obliga a reflexionar en las condiciones que imperarían en nuestro país, si en lugar de España hubiera sido Japón el que colonizara México. Tal vez ni se llamaría México.

Para empezar creo que mi nombre sería Akira, Daisuke, o tal vez Heikichi, y por supuesto me apellidaría Nakamichi, o algo por el estilo. Mis compatriotas y yo no tendríamos problemas de obesidad, porque estaríamos educados a que nuestra alimentación fuera a base de pescado, verduras, arroz, carnes magras, en lugar de chorizos, harinas, grasas animales y aceites.

La industria mexicana estaría muy avanzada, sobre todo en el área de la electrónica. Tal vez nuestro petróleo no se vendería en bruto al exterior, sino que se comercializaría al mundo entero con procesos más refinados, dándoles así un valor agregado que ahora no tiene. Es posible que hasta se hubiera construido un gasoducto desde la Sonda de Campeche a los Estados Unidos para la exportación del gas natural.

Obviamente que hablaríamos japonés y no español. No creeríamos en Dios ni mucho menos en la Virgen de Guadalupe. Seríamos budistas, o de alguna otra religión oriental.

Estaríamos entrenados en la planificación a largo plazo, en lugar del ahí se va, o mañana será otro día, Nuestro proceder diario estaría determinado por una serie de rituales y nuestro comportamiento social sería mas formal.

No nos saludaríamos de mano, sino que tendríamos que inclinarnos ante el otro, ya que la forma japonesa normal de interacción en una presentación o saludo es una inclinación del cuerpo hacia delante. Buscando en Internet encontré que este acto, que parece tan simple, manda múltiples mensajes que son comprendidos por las personas versadas en el código social japonés, y que la inclinación debe hacerse según la persona a la que mostramos nuestros respetos. Dicen que según la posición que ocupa en la jerarquía con respecto a nosotros, así debemos ajustar el ángulo de inclinación, la duración y la actitud. ¿Te visualizas inclinándote para saludar siempre?, Yo no.

Los procesos de producción serían muy eficientes, ya que estaríamos entrenados en lograr un buen control de calidad.

En las cuestiones culturales es posible que no nos gustaran las corridas de toros, sino que andaríamos dando de patadas siempre, ya que nos entrenaríamos más en las artes marciales o el sumo.

Es posible que las estructuras arqueológicas de nuestros antepasados estuvieran más conservadas y muchas de las destruidas aún permanecerían en pie, dada la tendencia de los japoneses por preservar la cultura ancestral. En lugar de un Zócalo, en la ciudad de México, habría construcciones que ahora nos resultan extrañas.

No estaríamos venerando a un Presidente de la República, sino a un Emperador oriental.

Muchos pros y muchos contras. Lo que sin duda no cambiaría es el machismo mexicano, ya que los japoneses se pintan solos para aquello de dejar atrás a la mujer y situarla en un peldaño mas abajo que al hombre. Y no me refiero solo a un peldaño físico, sino a un escalón social, cultural y económico. Tal vez si habría mujeres emprendedoras, como actualmente existen en México, pero se enfrentarían a los mismos frenos sociales y culturales para poder destacar y tener los mismos satisfactores que el hombre.

Algo que creo no cambiaría es la influencia que tienen los Estados Unidos en nuestro país. Los japoneses han caído en el embrujo de los americanos y su sociedad, y cada vez se quieren parecer más a ellos. No solo están copiando sus avances tecnológicos sino también sus costumbres.

De algo estoy segura, nosotros inventaríamos el cómo comernos el sushi en taco o en torta.